Soy entrenadora | Mi primer partido

Desde este septiembre he tenido la oportunidad de comenzar a trabajar como entrenadora en uno de los mejores clubes de voleibol de Granada, el Club Deportivo Universidad.

Hasta ese momento, mi experiencia como entrenadora se reducía a unos meses de prácticas con un compañero del club, por lo que, este mes ha supuesto todo un reto para mí, a nivel profesional, personal y emocional.

En estas dos últimas semanas he tenido cinco partidos amistosos, de los que saco mucho aprendizaje. Me he equivocado, he cometido errores graves y he tratado de con todos mis recursos hacer mi mejor papel.

En el este post quiero hablaros de lo «cómoda» que me sentí en momentos complicados emocionalmente para mis jugadoras. ¿Por qué me sentí tan «cómoda» en una situación así? Te lo cuento en las siguientes líneas.

A lo largo un partido, y más aún en los primeros partidos de la temporada, las jugadoras andan inseguras, desconfían de sus habilidades y aún no tienen suficiente seguridad en ellas como para coger el mando en acciones complejas. Emocionalmente, es un momento delicado, hay muchas emociones, situaciones y acciones que no se van a saber gestionar adecuadamente. Son adolescentes, son sensibles, aun no manejan el deporte, por lo que van a fallar, van a frustrarse y agobiarse infinidad de veces a lo largo del partido.

Una vez que he contextualizado de donde partimos, os cuento como actué.

Durante los partidos, me encontré con niñas que tenían lagrimas en los ojos mientras estaban dentro de este. Me vi con niñas que estaban tan agobiadas que les desubicaba el simple hecho de estar en su posición. En estos momentos, dí gracias a la psicología. Dí gracias a tener conocimientos sobre cómo actuar con esas niñas y qué hacer con su estado tan sensible.

Antes de nada, es sana esa frustración y debemos dejar que se frustren. Eso sí, si su manejo de la frustración no le permite hacer un buen papel dentro del campo, la frustración debe pasarse en el banquillo. Así no dañará el rendimiento del equipo y podrá gestionar su incómoda emoción adecuadamente.

Cuando el agobio era bastante alto y las notaba excesivamente reflexivas y desconcentradas, pedí cambio y las saqué del campo. Validé su agobio, les invité a que respirarán y se relajarán. Les pedí que cuando volvieran a estar bien, me avisarán y entrarían. Este proceso lo realicé varias veces.

De este ultimo fin de semana, me quedo con dos historias que me sorprendieron gratamente.

La primera: durante el primer partido, una niña, que era de mis mejores jugadoras, cometió varios fallos, en tan solo unos puntos, la vi muy agobiada, su cara estaba tensa, seria y su tez comenzaba a ponerse roja en señal de vergüenza. La saqué, lloró, se agobió y se calmó, pero aún así me pidió no entrar en el siguiente set. Aun no estaba bien.

En el siguiente partido, esta niña se comió la bola. Volvió con una ganas que me sorprendieron, luchaba cada bola a muerte, levantó al equipo y no se agobió en ningún momento (o supo gestionarlo internamente sin que yo me percatara). Era otra, pero tan solo había pasado una hora. Esta niña de tan solo unos 11 años, me demostró que aunque estemos teniendo un mal momento, tener la oportunidad de calmarnos y tiempo para ordenar nuestros pensamientos, puede ayudarnos a sacar nuestro mayor rendimiento actitudinal.

La otro historia, me hace especial ilusión. No es de mis mejores jugadores técnicamente, pero le echa más ganas que ninguna. Cada vez que le digo algo, sus ojos me miran tan atentamente que a veces me llegan a intimidar. Su recepción no es buena y no lo fue durante el partido. Todos los saques empezaron a ir a ella y ella los fallaba. Se agobió bastante y comenzó a fallar aún más. Sentía que estaba perdiendo la confianza en ella misma, en su rostro vi decepción y vergüenza. Pedí tiempo, le permití calmarse, validar su agobio y le recordé que ella sabía hacerlo. Le di algunas claves técnicas que le ayudarían a recibir mejor y volvió al campo. Esta niña que estaba perdiendo la confianza en sí, acabó pidiendo el balón en los últimos puntos del final del partido. No es buena atacante, durante los entrenamientos, sus ataques no siempre entraban. Pero ella se sentía con confianza aun habiéndolo hecho mal antes. Pidió la bola, remató e hizo punto. Acabó con una sonrisa su partido.

¿Que saco de este fin de semana?

Nuestras jugadoras son personas. Son personas sensibles emocionalmente y con analfabetismo en la gestión adaptativa de lo que sienten. Con validación emocional, empatía, tiempo y paciencia, una jugadora agobiada por sus fallos puede acabar reconstruyendo su propia confianza.

Observa a tu jugadora, identifica su emoción, validala (da importancia a lo que siente, para ella la tiene), dale tiempo y sé paciente.

Esta no es la mejor forma de actuar, es la forma en la que yo actué. Habrá mil formas más adecuadas de hacerlo, sin duda alguna. Pero me apetecía compartirla, por si puede servirte.

Si eres entrenador y crees que puedo ayudarte a gestionar tus emociones y las de tus jugadoras/es, envíame un mensaje a lacatalizadoradeportiva@gmail.com o un MD por Instagram: @mardurannn

Tu post de cada lunes, hasta la semana que viene😏

Mar Durán | 🚀 La Catalizadora Deportiva

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