Me volví a lesionar | Experiencia personal

Mi tercera recaída en 7 meses

Este articulo se va a basar en mi experiencia personal, en cómo ha sido mi recuperación, y como está siendo mi lesión y el afrontamiento emocional tras la tercera recaída.

Voy a contarte qué pensamientos venían a mi cabeza, qué sentía y cómo actuaba con ello. El fin es mostrarte en primera persona las fases de las que te hablé en la publicación sobre lesiones. Quiero que veas que se trata de un proceso natural con una serie de emociones y pensamientos que llevan un trascurso. Será necesario pasar por cada una de ellas para poder hacer un afrontamiento más eficaz del nuevo estado.

Me lesioné por primera vez en noviembre, en una caída dónde trataba de salvar la bola. Tras ese golpe no pude ni estirar la pierna, y si lo intentaba me mareaba. En esos momentos, me parecía broma, sentía que era imposible que no pudiese estirar la pierna, estaba en shock y continuamente trataba de comprobar que era mentira, pero no, no lo era. Me sacaron de allí subida a hombros de una compañera. Me sentía ridícula, con vergüenza e inútil. No podía ni tan siquiera desplazarme por mi misma. Me dijeron que era solo un golpe en la rótula y que en unas semanas estaría bien. Pero no fue así. Pasaban las semanas y mi rodilla seguía hinchada. Por lo que comencé a trabajar con mi fisio.

En este punto, ya nos encontramos en diciembre. Y con ello viene la Navidad, por lo que el periodo que comencé a trabajar tenía que tomar una pausa. Tras una evaluación posterior, se pensó que tenía un edema (un moratón por la parte interna de la rodilla). Esta lesión es larga, ya que un moratón en el hueso no lleva el rápido proceso del que vemos en la piel. Empezaba a trabajar en mi lesión, tenía información sobre que me ocurría y tenía recursos para poder recuperarme pronto. Me fui a las vacaciones con trabajo hecho, y con motivación e ilusión por seguir.

El domingo antes de volver de Navidad, en una flexión de rodilla, un bloqueo de ésta me impidió volver a estirarla. Me tiré al suelo e incrédula traté de estirarla, sentí algo raro pero con molestias pude hacerlo. No me lo podía creer, tras toda la Navidad activa y manteniendo la condición física que estaba alcanzando, me volvía a lesionar de la rodilla. Esta se me hinchó tanto que caminar se me complicaba. Sentía que tenía que volver a empezar, pero no, era aun peor. En principios de enero me encontraba peor de lo que había estado en diciembre. Mi fisio me pidió que le diera de margen unas tres semanas, que seguiríamos trabajando y en febrero volvería a estar como en diciembre. Que un profesional de su tuya me dijera eso, me alivió y me calmó. Acepté, y se cumplió. Febrero y marzo se basaron en seguir tratando mi rodilla. Mi recuperación consistía en el fortalecimiento de mis piernas y mejorar mi condición física, en general. Estaría para volver a jugar a finales de marzo. En esta misma fecha, ya comencé a hacerlo, con mucho cuidado y algo de miedo, he de decir. Pero estaba feliz, me sentía segura en mis movimientos, motivada y con muchas ganas de seguir trabajando en mí y mi cuerpo. ¡Por fin podía volver a jugar!

No obstante, la historia sigue. Llegó Semana Santa y con ello vuelvo al pueblo y dejo la rehabilitación durante esos días. En casa sigo trabajando mi rodilla, e incluso consigo correr por el campo, como no lo había conseguido hasta ese entonces. Me sentía hábil, ágil, feliz. Podía de nuevo hacer ejercicio sin problema, podía volver a sentirme llena y viva con el movimiento.

El sábado antes del lunes de vuelta tras las vacaciones (ya estamos en abril), en una sentadilla, mi rodilla derecha (la misma que en las anteriores veces) me da un crujido y se bloquea. Me cuesta ponerla recta y camino torpe porque siento que no todo esta en su sitio. No me lo podía creer, os prometo que no daba crédito. Trato de caminar bien e ir de un sitio de la casa al otro, pero aunque lo intenté, no pude caminar con normalidad.

Me tiro al suelo y me derrumbo a llorar. No lloraba por el dolor, lloraba por la impotencia, por la rabia y la pena de volver a encontrarme en la casilla de salida cuando casi tocaba la meta. En urgencias me revisaron y todo estaba bien. Al llegar a casa, la desolación se fue. Hablé con mi fisio y a la vuelta seguiríamos trabajando como hasta ahora. Volví y así fue. Comencé un periodo de adaptación, donde la intensidad y el tiempo de ejercicio era menor que al principio. En una semana ya volvía a correr sin problema, me alivió saber que no tendría que tirarme otro mes para volver a dónde empecé. Había caminado un poco hacia atrás, pero volvía a estar caminando hacia delante. Hasta el martes pasado, claro.

Siempre que me despierto, activo mi cuerpo con una serie de estiramientos, llevaba cuatro meses haciendo eso cada día. El martes pasado, un nuevo crujido y un bloqueo me acompañaron también. Esta vez fue más sutil, y mi reacción también (ya empezaba a ser algo conocido) pude estirarla al poco tiempo y al caminar sentía una ligera molestia. Sinceramente, no le di mucha importancia, estaba medio bien (o de eso pretendía autoconvencerme). Fui al fisio y traté de hacer mis ejercicios de siempre, pero no podía. El hinchazón no me dejaba doblar normal la rodilla. No quería asumir que volvía a dar pasos hacia atrás. Traté de correr y eso empeoró la cosa. Esa noche la rodilla no me dejó dormir con normalidad.

Al día siguiente, no pude más que vaciarme llorando. De camino al fisio, me volví a sentir inútil, torpe y dependiente. Volvía a perder mi autonomía e independencia. Me costaba caminar, y no podía conducir. Llegar al fisio me costó una barbaridad. El estar allí y ver que no podía realizar mi trabajo de siempre me mató. Ahora si que estaba en la casilla de salida. Y el problema es que no sabia que me estaba haciendo retroceder. Al verme así, solo me vinieron mil preocupaciones. No sobre la rodilla, sino sobre mi trabajo. Se aproximaban eventos y proyectos que me hacían realmente ilusión y en ese estado no sabía si podría llevarlos a cabo. La noche anterior releí la publicación que os mencioné antes (Lesiones, la tienes en el menú de arriba). Me di cuenta de que me encontraba en la fase de depresión. Y así fue, me quedé seca de lagrimas y de pena. No sabía que me ocurría y tenía que comenzar un proceso que no quería comenzar por miedo al resultado que pudiera dar.

Al día siguiente, esa pena se marchó, negocié y acepte mi nueva recaída. Asumí que el proceso va a ser mucho más largo de lo que esperaba, que es posible que tenga o no que pasar por quirófano y que las recaídas pueden y seguro que volverán.

Parece mentira, pero aceptar esto aunque suponga una operación, me tranquilizó. Me calmo conocer las diferentes opciones que tenía, y prepararme para cada una de ellas.

Actualmente, volveré a trabajar en mi rehabilitación poco a poco para que la rodilla pueda ir adaptándose. Tengo la enorme suerte de contar con el mejor fisio. Me habla claro, me da certeza sobre lo que cree que puede pasarme y eso me da seguridad y calma mi cabecita y emociones.

No sé en que orden pasé las «fases de la lesión» (negación, ira, negociación, depresión y aceptación) y no sé si eso influye o no en el trascurso de la asimilación. Pero si sé que me dió tranquilidad saber que formaba parte de un proceso, que mis sentimientos y sensaciones serían transitorias. Lo mismo que sentía rabia, acabaría sintiendo pena y finalmente volvería a estar tranquila, en paz y motivada.

Sé que conocer esto me permitió echar todos los sentimientos fuera. Permitirme sentirlos fue lo que me hizo agilizar el período y estar mejor al completar cada fase.

A modo de reflexión, creo que fueron dos aspectos principales los que me ayudaron en este trascurso de estos siete meses. La constancia y el trabajo diario por recuperarme; y la resiliencia y paciencia que tuve que desarrollar para continuar en el proceso.

Asimismo, me di cuenta de lo siguiente. ¡Cómo nos agobia y martiriza el no saber y como alivia y calma lo que produce certeza! Da igual que sea una noticia desagradable, siempre nos dejará más tranquilos que no saber que pasa.

Como curiosidad, ninguna de las preocupaciones que me venían a la mente con las recaídas se cumplieron. La mayoría de nuestras preocupaciones, solo están en nuestra mente, rara vez se dan de verdad. Sino me crees, haz la prueba. Escribe en un papel las preocupaciones que te invaden ahora. Leelo en seis meses y mira a ver cuáles de ellas se hicieron realidad.

Por lo tanto, entiende tu lesión como un proceso, una serie de pasos a seguir. No tengas prisa por correr a la siguiente etapa, déjate fluir por ellas sin controlar nada.

Si alguien te dice que no llores o que no estés triste, no le hagas caso por favor. Llora y ponte triste, eso es lo que te hará que mañana puedas verlo todo un poquito mejor.

Tu post de cada lunes, hasta la semana que viene 😏

Mar Duran 🚀 La Catalizadora Deportiva

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