El Juego Interior | Los dos yoes que habitan en mí

Esta publicación trata de las ideas más importantes que encontrarás en el libro El Juego Interior del Tenis de Timothy Gallwey.

¿Juego interior?¿Qué es eso?

Gallwey, comienza su libro tal que así:

«Cada juego consta de dos partes, un juego exterior y un juego interior. El exterior se juega contra un adversario externo para superar obstáculos externos y alcanzar una meta externa (…) El juego interior tiene lugar en la mente del jugador, y se juega contra obstáculos como la falta de concentración, el nerviosismo, las dudas sobre sí mismo y la excesiva autocrítica» (Gallwey, 2017).

A este primer argumento le sigue la idea de que no se llega a ningún dominio en el deporte sin haber trabajado en las habilidades del juego interior.

Lo que pretende este libro y el desarrollo de esta idea es construir una concentración relajada en la que el jugador pueda sentir la verdadera base de la confianza en sí mismo. En este estado de calma mental (sin miedo, ni juicios) el cuerpo encuentra la forma de acercarse cada vez más al objetivo establecido.

Gallwey nos habla sobre la existencia de un proceso natural y efectivo para aprenderla. Es el mismo proceso que nos permite caminar y hablar, usando las capacidades intuitivas de la mente. Lo que presenta el tenista no es aprender un sistema nuevo complejo, «es desaprender los hábitos que interfieren en su funcionamiento y luego dejarlo que opere por sí mismo» (Gallwey, 2017)

¿En qué consiste ese proceso?

Timothy ha sido entrenador de tenis durante muchos años, además de jugador. En sus sesiones de entrenamiento observaba como al jugador le costaba mucho seguir el patrón y movimiento correcto. Se dio cuenta de como los jugadores tenían habituados movimientos que realizaban sin ser conscientes de que los hacían y sin poder modificarlos. A su vez, se percató de cómo estas acciones iban acompañadas de juicios propios y desconfianza.

Cuando se cometía un error, el mismo entrenador, trataba de forma verbal, reducir ese fallo. Con intervenciones habladas intentaba dar información al jugador de qué hacer y cómo hacerlo. Hasta el momento en el que decidió hablar menos y observar más a sus jugadores. Ahí, todo fue diferente.

Descubrió que en los entrenamientos que permanecía más callado, los errores que sus jugadores cometían se iban corrigiendo solos, sin que el joven fuera consciente de que lo había hecho mal. Es más, como él dice, fue un golpe para su ego, cuando apreció que sus intervenciones verbales hacían disminuir la probabilidad de que el ejercicio se corrigiese de la forma que le pedía.

¿Qué ocurre dentro de su cabeza desde que recibe la información hasta que golpea la bola? – se preguntaba curioso Timothy.

La respuesta se la dio uno de sus tenista en un entrenamiento. Durante éste, el chico trataba de esforzarse tanto por seguir la indicación de Timothy que no podía concentrarse en la pelota. Tenía en la mente demasiadas instrucciones.


Permíteme que haga un parón y te haga una pregunta:

Como entrenador, ¿estás más tiempo en silencio o hablando durante el entrenamiento?¿Te has parado a ver qué resultado tienen ambas acciones en tus jugadores?

Como jugador ¿Cuántas veces las instrucciones de cómo hacerlo te saturaron tanto la mente que no podías concentrarte en balón y en la anticipación del contrario?


Gallwey, en cuanto se percató de esto, decidió disminuir sus instrucciones verbales. En el entrenamiento siguiente, quería dejar la mente de su jugador despejada y ver qué efecto tenía.

Hizo lo siguiente, no le dijo nada verbalmente, y el mismo se puso a realizar el ejercicio que espera ver en su jugador. Le pidió que le observara mientras el lo hacía, sin pensar, solo tratando de capturar una imagen visual del gesto. Luego, la tarea sería imitar ese movimiento. En este caso, la única instrucción que le dio fue, trata de imitarme lo mejor que puedas. Antes de intentarlo, el joven le dijo a su entrenador, he visto como lo primero que hiciste fue mover los pies. Gallwey le invitó a intentarlo.

¿Qué crees que pasó?¿Fue capaz de copiar los movimientos?¿Qué piensas que hizo con los pies?

El resultado fue curioso. Cuenta Timothy como el jugador fue capaz de imitar casi a la perfección la acción de su entrenador. Excepto un detalle, los pies. Sus pies no se movieron durante el golpeo. Sorprendido cuenta el autor como lo único que trató de recordar fue aquello que no hizo. El resto de movimientos fue capaz de absorberlos y reproducirlos sin haberlos acompañado de una sola palabra.

Concluyó esa anécdota diciendo que las imágenes son mejores que las palabras y que mostrar es mejor que contar. Para los entrenadores de voleibol esto no debería ser nada nuevo. Aurelio Ureña ya basó el Método 5C en esta capacidad innata de aprendizaje por imitación.

Desde pequeños, como antes señalé, tenemos una gran capacidad de la imitación. Te darás cuenta como tu hijo pequeño empieza a sacar la lengua si tú lo haces, o reírse cuando tú, o a regañarte con los brazos sen jarras como le haces tú. El lenguaje se aprende de forma tan rápida, por esta misma función. En el día a día pasa igual, vemos como nos encontramos adolescentes actuando como sus ídolos, como se visten, hablan y se comportan de igual forma. En el proceso de aprendizaje de un patrón motor ocurre también. El cerebro aprende por imitación, a través de las imágenes.

Siguiendo con el hallazgo de Gallwey, éste vio que esos jugadores que estaban en racha, a los que todo le salía bien, actuaban como si una parte de su mente no estuviera activa, como si no pensaran.

En este estado, el jugador está plenamente consciente pero no está pensando, ni tampoco está intentado esforzarse demasiado. A esto mismo, el le llamó concentración relajada, también conocido como Estado de Flow.

¿Cómo estar conscientemente inconsciente? – se preguntaba el autor.

Con el tiempo descubrió que en ese momento, la mente constituye una unidad con el cuerpo y las funciones automáticas están operando sin la interferencia de pensamientos. En una mente totalmente concentrada no hay espacio para pensamientos sobre el desempeño del cuerpo y mucho menos para pensar cuál es ese desempeño.

En este proceso de descubrimiento, Gallwey apreció cómo los jugadores se comunicaban entre ellos mismo. Cuenta que escuchaba a sus jugadores decirse a sí mismos «Vamos, Tom, ve al encuentro con la pelota».

¿Con quién hablaba Tom?¿Consigo mismo?

«La mayor parte de los jugadores están siempre hablando consigo mismo» (Gallwey, 2017). Esto, es lo que en otras ocasiones hemos denominado como autodiálogo o diálogo interno.

Timothy continuaba sorprendido por cómo el jugador continuamente se decía cosas. Solía criticarse así mismo y reprocharse acciones anteriores. Él se preguntaba, ¿Quién hablaba con quién? Yo estaba hablando conmigo mismo le decían. ¿ Y quién es ese «yo»?, ¿y quien es ese «mí mismo».

Esta es la base del juego interior según el autor.

Afirma que ese «yo» y «mi mismo» son entidades diferentes, ya que sino, no podría darse una conversación como tal. Podríamos decir, que dentro de nosotros hay dos yoes. Uno que se encarga de evaluar la ejecución «yo 1» y otro que actúa, «yo 2», según lo que el «yo 1» diga.

Es decir, se genera un juego interno en el que «yo 1» no confía, juzga y critica al «yo 2». El «yo 2» que es el cuerpo, los músculos, el movimiento, y el que aprende a través de imágenes, se siente saturado ante tanta petición exigente que desarrolla tensión en sus músculo y una mala coordinación en el cuerpo. Lo que genera mayor desconfianza del «yo 1» al «yo 2». Traducida en frustración y bajo rendimiento del jugador.

¿Cómo hacer que estos dos yoes se comuniquen de forma efectiva? Silenciando al «yo 1».

Deja un me gusta en la publicación si quieres saber cómo silenciar al yo 1 para alcanzar la concentración relajada y una comunicación efectiva y productiva entre los dos yoes.


«Muchas veces somos nuestro peor enemigo. No es el adversario externo el que nos derrota, sino nuestras propias dudas, nuestro propio miedo y nuestra falta de concentración» (Gallwey, 2017)


Tu post de cada lunes, hasta la semana que viene😏

Mar Durán 🚀La Catalizadora Deportiva


Referencias

Gallwey, T. (2017). El juego interior del tenis. Málaga, España: Editorial Sirio, S. A.

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