Competición en edades tempranas

Tengo el placer de ser entrenadora de dos equipos femeninos infantiles de iniciación. Al comienzo de la temporada, se nos ofreció la oportunidad de federar a los equipos. Las niñas eran nuevas y su primer contacto con el voleibol había sido escasamente de unas semanas. Los padres y niñas por miedo a la frustración y la derrota ante posibles equipos de mayor calidad, decidieron no federar a las chicas. Esto suponía no competir, es decir, entrenar con el de fin de, entrenar.

Admito, que incluso yo sentí miedo con la posibilidad de federarlas. Ese miedo que se tiene al fracaso, al no llegar a ser lo suficiente frente a otro. No obstante, tanto padres como jugadoras querían tener la oportunidad de competir aunque no fuese de forma federada. Esa situación es la que ha dado pie a estas líneas.

No me hacía una idea de lo importante que podría ser la competición en estas edades tempranas, pero hace tan solo unas semanas pude descubrirlo con un torneo amistoso que prepararé para estas jugadoras.

Ahora entiendo lo importante que es, que un jugador que está comenzando a entender y jugar un deporte tenga la oportunidad de competir. La competición le da sentido al juego, les permite un mayor desarrollo de habilidades motoras y de gestión emocional.

El torneo estaba formado por tres grupos de iniciación de nivel muy similar. Dos de ellos eran los que yo llevaba y uno venía de fuera. La escasez de equipos y una mañana entera les permitió jugar mucho. Les permitió equivocarse y descubrir nuevas formas de hacerlo mejor.

Tomé la decisión de no elegir ningún equipo para gestionarlo y pedí que estas mismas se autogestionaran. Repito, son niñas de tan solo 12 y 13 años, pero su actitud me sorprendió muy gratamente. Tomé un papel secundario, y desde esa perspectiva, fue muy curioso ver cómo ellas mismas, se animan, se aconsejaban y trataban de resolver los diferentes problemas tácticos y técnicos que tenían.

La organización se basó en que todos los equipos jugaran entre sí y cuando esto se realizó, comenzó un rey de la pista a pocos puntos para que el juego fue más continuo y dinámico. Estos últimos encuentros tuvieron la peculiaridad de que ya no existían equipos como tal, todos rotaban entre sí e iban formando parte de cada grupo. La victoria y derrota era de todas, no solo de algunas. Para mi, fue realmente sorprendente verlas, porque sacaron de dentro unas habilidades que hasta ahora parecían no existir. No les decía cómo y dónde tenían que colocarse, y curiosamente ellas se agrupaban y se reoganizaban según iban viendo la bola.

No se jugaban nada, no había un primer ni tercer puesto. Solo había juego y eso fue lo que les permitió mantener esa competitividad. No luchaban por un premio, jugaban por el simple hecho de jugar, buscando el fin de hacerlo bien.

Y lo mejor, no había acabado el encuentro y ya me pedían repetirlo.

No sé si la competición en edades tempranas es o no beneficiosa y en qué grado podría serlo. Pero si puedo afirmar que la competición amistosa que se generó hace una semana si lo fue. Permitirle a las jugadores tener la opción de desarrollar eso que están aprendiendo frente a otras personas, sacó de ellas habilidades y valores que sin la competición habrían tardado en salir. La competición facilita el aprendizaje del trabajo bajo presión; la toma decisiones a pesar de la influencia ajena; ayuda a tolerar la frustración al fallo; el abordaje de miedos y la oportunidad de celebrar cada paso bien hecho.

La competición les permitió darle un sentido a las tardes de entrenamiento. Y creo que eso es lo que hace potente a una competición, le da sentido al esfuerzo, a la disciplina, a la resolución de problemas, y al autocontrol, entre otras. El partido permite mostrar si lo trabajado va por buen camino. Permite identificar carencias y puntos fuertes. La competición guía y muestra por donde seguir, qué potenciar y qué necesita una atención especial.

La importancia debe recaer en la competición, en la necesidad de solucionar un problema mediante unos recursos específicos. Creo que sería más adecuado dejar a un lado la insistencia en el resultado final y en quien fue el mejor. En estas edades deberíamos desarrollar una competitividad sana, en la que tras el encuentro se olvide el resultado, pero se quiera mejorar cuando se repita dicho momento.

A día de hoy, no sé si federaría equipos tan novatos como los míos. Pero si tengo claro que la competición debe ir de la mano de su desarrollo como deportistas sea cual sea su edad.

Esta reflexión está basada en una visión muy personal y específica. Aún así creo que puede ser extrapolada a cualquier otro deporte. No obstante estaré deseando debatir contigo sobre esta cuestión. Déjame en los comentarios qué piensas sobre la competición en edades tempranas.

Mar Durán 🚀 La Catalizadora Deportiva


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